Los días 16 y 17 de diciembre de 1.993 fueron convulsionados
en nuestra provincia, dado a que miles de santiagueños se volcaron a las calles
para manifestarse contra el gobierno provincial que era presidido por Fernando
Martín Lobo, un abogado que, desde el día 28 de octubre ocupaba el sillón de
Ibarra tras la renuncia del gobernador Ing. Carlos Mujica.
Aquel gobierno que administraba la provincia había llegado
envuelto en polémicas. Por un lado, tildados de traidores al presentarse con el
frente de Renovación Peronista, partido liderado por el Ing. Cesar Iturre, un
hombre que había llegado de la mano de Carlos Juárez y luego cortó vínculo; por otra
parte, la elección de Mujica fue tildada como fraudulenta por el radical José
Zavalía, quien también había participado en las elecciones de 1.991.
Desde los inicios de aquella gestión se habían comenzado a
ver las clásicas desigualdades en la provincia, donde unos pocos humildes pasaron
a ser los nuevos ricos, y la pobreza aumentaba hundida por la desigualdad, principalmente
en los sistemas sanitario y educativo.
Los quiebres entre el poder ejecutivo y legislativo, dado a
que en la Cámara de Diputados varios peronistas de la Renovación volvieron al
ala de Juárez, y los radicales se mantenían firmes opositores, llevaron a que
se iniciara un proceso de juicio político contra Mujica, quien acorralado se
vio obligado a la renuncia el 28 de octubre de 1.993.
En medio de esa crisis política, económica y social, asumió
el Dr. Fernando Lobo, quien hasta entonces había sido vicegobernador.
Inmediatamente, Lobo se plegó a las políticas nacionales
impartidas por el entonces presidente Dr. Carlos Menem, mostrando su afinidad
al lineamiento con la adopción de medidas impartidas desde Balcarce 50.
Estas adhesiones a las políticas nacionales no cayeron bien
en algunos sectores políticos activos, que comenzaron a hacer ruido en la
sociedad. Estas acciones emprendidas por la oposición se vieron beneficiadas
por la dura situación económica que atravesaba el gobierno de Lobo, el cual se
comenzó a hacer visible en la falta de pagos a los empleados públicos
provinciales, quienes agobiados por la crisis decidieron movilizarse el día 16
de diciembre, siendo duramente reprimidos por la policía, siempre subyugada al
poder político.
Enardecidos por la violencia, los santiagueños respondieron
con más violencia, con la toma y quema de edificios públicos como la Casa de
Gobierno y Palacio de Tribunales, y algunas propiedades de políticos, como la
del caudillo mandamás del peronismo Carlos Juárez.
En aquel día, Lobo abandonó la Casa de Gobierno, y caída las
cadenas de mando tanto políticas como de seguridad, la policía había abandonado
sus acciones represivas.
El día 17 fue un tremendo caos, ganándose la atención de
todo un país, lo que obligó a una inmediata actuación de la nación, que dispuso
el fin del gobierno de Lobo, disponiendo la intervención federal, presidida por
Juan Schiaretti.
Aquella nefasta intervención aplacó los ánimos, y hacía
presumir vagamente que, aquel despertar del pueblo podía intimidar a quien
quiera ser candidato a gobernador, ya que debería de gobernar de forma ejemplar
para impedir otra revuelta ciudadana.
Sin embargo, toda aquella movilización terminó demostrando
que, los santiagueños habían salido a calle porque habían sido visto vulnerados
sus bolsillos, y no porque en realidad estaban hartos del poder político. Un poco
más de año después del “Santiagueñazo”, volvieron a elegir a un viejo conocido,
Carlos Arturo Juárez.
Quien en aquel entonces fuera obispo de la diócesis de
Santiago del Estero, Monseñor Gerardo Sueldo, post elecciones catalogó al “Santiagueñazo”
como “una realidad superior a lo que fue”. “El 16 de diciembre no fue nada, no significó
nada. Solo se trató de un pueblo que quería que le pagaran los sueldos. Ese pueblo
que se levantó en contra de las autoridades del gobierno no exigía un cambio,
sino que buscaba solucionar la emergencia coyuntural del momento. Al menos eso
es lo que demostraron los resultados obtenidos en las elecciones del 14 de mayo”
manifestó Sueldo ante una consulta de El Liberal.
La cíclica vida del santiagueño, sublevado siempre a un
poder y a un apellido, se encargaron de demostrar el porqué de la histórica postergación
de esta provincia, la cual se mantiene hasta estos tiempos. Es de aclarar que, postergación
no solo se limita a obras de acero y cemento, sino también en calidad
institucional, política y social.
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